domingo, 18 de julio de 2010

Los Domingos son para Güilson

Presento a mis gentiles lectores y lectoras uno de los personajes favoritos de mi adolescencia: Güilson, dios de la Güeva. Güilson es una mole amarilla nacida del ingenio de Falcón -caricaturista del desaparecido diario mexicano El Nacional- que domingo tras domingo, desde las páginas de El Cascajo, se desparramaba, incontenible, sobre los hombros de todos aquéllos que súblitamente eran asaltados por un ataque de pereza (esto es, flojera, galbana, fiaca... o simplemente hueva que, pasada por la irrevencia ortográfica de Falcón, resulta transformada en güeva) ante el despliegue de toda índole de situaciones kitsch, pretenciosas o falsamente solemnes. ¿Cómo olvidar el inefable coro celestial de Güilson, encabezado por Richard Clayderman? ¿o su súbita aparición cuando era invocado con aquel lugar común que distingue a México como un lugar surrealista? ¿o su inevitable presencia en los discursos que las autoridades docentes prodigan en cualquier graduación?...

Por derecho propio, los domingos son días que pertenecen a Güilson. Debo reconocer que yo no suelo recibir su visita dominical... imagino que debido a ello frecuentemente me visita el Dr. Stress, archienemigo de Güilson que, según Falcón, aparece cuando se desatiende tres veces seguidas el llamado de la güeva. Hoy, sin embargo, no es éste el caso. Hoy me visita Güilson, y he decidido agasajar a mi invitado.





¡Hasta la próxima semana!

sábado, 17 de julio de 2010

Crónica Musical de un Doctorado

Quienquiera que haya entrado en el blog a lo largo de las últimas semanas habrá advertido que estaba francamente descuidado y acumulando polvo desde el pasado 30 de junio. Un efecto colateral del verano español, aderezado este año con temperaturas que algunos días han superado los cuarenta grados a la sombra. Esta mañana, empero, mi pereza mental se ha visto sacudida y despejada a la vista de la maravillosa creatividad desplegada por un grupo de jóvenes investigadores de la Universitat de Barcelona, quienes han colgado en YouTube un musical paródico titulado «La Tesis», cuya trama aborda los goces y desventuras que trae aparejada toda aventura doctoral.

Idealmente, al igual que los hieráticos científicos de la New Atlantis proyectada por Francis Bacon (1561-1626), quien decide embarcarse en un doctorado debería contar con la vocación y los medios para contribuir al «conocimiento de las causas y secretas mociones de las cosas, y el engrandecimiento de los límites de la mente humana para la realización de todas las cosas posibles» (Three Early Modern Utopias, edición de Susan Bruce, Oxford, Oxford University Press, p. 177). Las realidades universitarias, empero, distan enormemente de la utopía baconiana, tan vieja y tan actual como la aspiración de la transformación benévola e ilustrada de la sociedad por medios científicos. Sirvan como ácido diagnóstico de la crisis que atraviesa la universidad los seis episodios en que se divide «La Tesis». Si, después de verlos, mis amables lectoras y lectores experimentan una tensa indecisión entre la sonora carcajada y el llanto desconsolado... no se preocupen, significa que no han perdido la cordura.


Primer Episodio: La Decisión



Segundo Episodio: La Financiación



Tercer Episodio: La Ilusión



Cuarto Episodio: La Estancia (en catalán)



Quinto Episodio: La Histeria



Sexto Episodio: La Escritura



PD. Para el caso en que, aún después de estos vídeos, alguien lo dude... en efecto, es probable que cursar un doctorado no sea la mejor decisión financiera que un individuo pueda tomar en su vida. Quien aspire a ser rico, que se dedique a banquero (o, cuando menos, que asegure el título doctoral en la Ivy League). Pero, como afirmara Galileo Galilei en su célebre Terza Lettera circa le Macchie Solari: «en la ciencia, la autoridad de miles de opiniones no vale lo que la chispa de razón en una sola persona». Eppur si muove: la belleza y la dignidad del conocimiento, bien valen los desengaños doctorales.